Los cambios en la esperanza de vida de la población ajustan las proyecciones financieras, impactando directamente en los cálculos de las rentas vitalicias.
La jubilación es un proceso de transición que merece una cuidadosa atención y consideración, especialmente cuando se trata de planificar la modalidad de pensión que garantizará ese retiro estable y satisfactorio.
En este contexto, la renta vitalicia, ofrecida por compañías de seguros de vida, asoma como una alternativa que cumple aquellas características. En esencia, este acuerdo permite al jubilado transferir sus fondos acumulados desde su AFP a la aseguradora, la cual se compromete a proporcionar pagos mensuales fijos en UF durante toda la vida del pensionado.
Al asegurar una pensión mensual estable que perdura de por vida, proporciona seguridad y certidumbre financiera a largo plazo. Además, al estar indexada a la UF, esta modalidad no se ve afectada por la inflación, manteniendo su valor real con el tiempo.
Sin embargo, la renta vitalicia depende también de diferentes factores para realizar el cálculo según los fondos y la esperanza de vida del pensionado.
Una de las características más atractivas de la renta vitalicia es que los fondos no se agotan, incluso si el beneficiario supera la esperanza de vida promedio. Esto elimina la preocupación de quedarse sin recursos en etapas avanzadas de la vida.
Pero, ¿qué se entiende por esperanza de vida?
En palabras simples, es una estimación del número de años que en promedio se espera que viva un grupo de personas nacidas en el mismo año.
Para ello, las rentas vitalicias se calculan gracias a una ecuación que tiene como base aquella longevidad. Por ejemplo, para calcular los pagos anuales que la compañía de seguros debe realizar a alguien de 65 años, se emplea un proceso detallado que considera múltiples variables. En primer lugar, se considera la esperanza de vida tanto del pensionado como sus beneficiarios. Igualmente, influye si la pensión se paga desde el inicio o se trata de una renta vitalicia diferida, con pagos más adelante. Por otra parte, la tasa de venta determinará también la pensión a recibir: mientras mayor sea la tasa, mayor serán las pensiones mensuales por pagar. Finalmente, en el cálculo también se considera el pago de una cuota mortuoria cuando fallece el pensionado, que asciende a UF 15.
Este meticuloso cálculo asegura que la compañía de seguros pueda cumplir con sus compromisos financieros y garantiza que los pagos anuales sean suficientes para mantener el equilibrio con la suma inicial entregada, considerando la expectativa de vida y el valor del dinero en diferentes momentos del tiempo.
Las entidades responsables de establecer las normativas son la Superintendencia de Pensiones (SP) y la Comisión de Mercado Financiero (CMF).
La actualización de las Tablas de Mortalidad se realiza periódicamente. Las tablas más recientes, RV-2020, entraron en vigencia desde el 1° de julio de 2023 y deberán ser utilizadas por un período máximo de seis años. Este proceso tiene como propósito ajustar las estimaciones de la expectativa de vida, basándose en la más reciente información sobre la supervivencia de la población pensionada.
Además, busca capturar las mejoras en la mortalidad derivadas de avances como mejores condiciones alimenticias y de salud, entre otros aspectos que influyen en la calidad de vida.
Estos indicadores son importantes para determinar las futuras pensiones, teniendo en cuenta que gracias a los avances, las personas pueden vivir más en un futuro cercano.
Si bien estas ventajas básicas hacen que la renta vitalicia sea una opción atractiva para muchos, es importante reconocer que existen diferentes tipos de coberturas y cláusulas adicionales que pueden personalizar y reforzar la protección según las necesidades específicas de cada persona y su plan de vida.
La elección de una modalidad de pensión adecuada en el momento de la jubilación depende en gran medida de evaluar estos factores y considerar cuál ofrece el equilibrio óptimo entre estabilidad financiera y flexibilidad personal.