Llegado el momento de la jubilación es normal tener dudas sobre las modalidades y plazos. Sin embargo, una opción es irrevocable por lo que es vital informarse y conocer sus características.
Llegado el momento de la jubilación es normal tener dudas sobre las modalidades y plazos. Sin embargo, una opción es irrevocable por lo que es vital informarse y conocer sus características.
La hora de la jubilación tanto en lo personal como en lo financiero es un viaje lleno de dudas, pero que con responsabilidad se aclaran para poder disfrutar de la vejez con tranquilidad y seguridad.
Es por esto que una preparación adelantada y una elección bien informada son esenciales para asegurar esa vejez serena y plena.
Sin embargo, una de aquellas decisiones críticas tiene que ver con la modalidad de pensión. En Chile, el sistema ofrece diferentes opciones donde prevalecen dos grandes alternativas: renta vitalicia y retiro programado.
La selección de cada una dependerá exclusivamente de las circunstancias personales, económicas y de expectativa de vida. En ese sentido, cada una cuenta con diferentes requisitos y características.
Cuando llega la jubilación, el trabajador se encuentra ante dos opciones: optar por un retiro programado, que permite retirar montos periódicos de su fondo acumulado, que gradualmente disminuye, mientras que la renta vitalicia implica ceder el total acumulado a una aseguradora a cambio de una renta mensual fija de por vida, calculada en base al capital, la esperanza de vida y tasas del mercado, entre otros factores.
En ese sentido, una renta vitalicia es un complejo mecanismo financiero con un contrato irrevocable, por ende, el beneficiario no puede cambiar de aseguradora ni de modalidad de pensión.
El único caso en donde se puede cambiar de modalidad es cuando se pasa de retiro programado a renta vitalicia. No al revés.
¿Por qué sucede esto? Básicamente por las características de ambas modalidades. La renta vitalicia, por un lado, permite que la aseguradora se vuelva propietaria de los fondos previa autorización del afiliado, con el fin de pagar la pensión fija.
La compañía de seguros exime al pensionado de la rentabilidad y asume el riesgo financiero del pago de la jubilación a través de un contrato irrevocable que impide que se pueda cambiar de modalidad.
El retiro programado, en cambio, cuenta con la ventaja de la participación de la AFP, quien continuará siendo responsable de la administración y pago.
Esto significa, a largo plazo, que el afiliado o pensionado seguirá siendo dueño de sus fondos y responsable de la rentabilidad al poder escoger el tipo de fondo o bien cambiar de modalidad si así lo desea.
La principal diferencia entre ambas modalidades radica en el monto y rentabilidad. La renta vitalicia, por contrato, entrega un monto fijo que no variará con el tiempo durante toda la vida del pensionado.
Por su parte, el retiro programado, que se paga desde la AFP con cargo a la cuenta de capitalización, se calcula y actualiza anualmente respecto al saldo, la rentabilidad y otros factores. ¿El monto? Variará y disminuirá con el tiempo.
Sin embargo, el retiro programado representa una alternativa más flexible ya que el pensionado no pierde la propiedad de sus fondos y es libre de decidir un cambio de AFP e incluso un cambio de modalidad de pensión. Además, al mantener la propiedad de los fondos, en caso de fallecer, asegurará las pensiones de sobrevivencia y en caso de no existir pensiones de sobrevivencia por pagar, podrá legarlos como herencia.
Explorando ambas opciones, la posibilidad de cambiar de modalidad y la libertad de escoger sólo es posible si se opta por el retiro programado. Decidir entre renta vitalicia y retiro programado no es tarea sencilla y no existe una solución universal. La decisión final dependerá de cada circunstancia y realidad.